Sin el vacío que dejó el dolor, sin la amargura de los besos falsos, sin la tristeza que provoca el abandono, sin nosotros alejados, sin todo eso no valdría la pena robarte una sonrisa. Conocí a un hombre gordo y peludo. Conocí a ese hombre, y me llamó perdedor. Me dijo que la felicidad está en absorber, en devorar, en tener todo lo que se pueda. Ser feliz, según sus palabras, era agarrar cuanto pudiese. El hombre gordo me decía que él era feliz; que estaba gordo porque era feliz. Decía que era gordo porque había devorado todo a su paso. Que nada de lo que no pudo hacer se consideraba un fracaso. Conocí también a una vieja mujer. Conocí a esa dama, y me llamó insensato. Me dijo que la tranquilidad está en la sumisión. Me dijo que cuando bajara mi cabeza ante todo lograría ser feliz. Aquella mujer me dijo que dándole la razón al mundo, que aceptando todo y tolerando lo intolerable, sería un hombre que haría de la alegría su bebida de cada día. Mi mamá me d
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