Ir al contenido principal

¡GOL!


«Te siento cuando pienso en aquellos olvidados momentos. 

No me sientas cuando reprimas tus verdaderos sentimientos. 

Te siento cuando no encuentro el porqué de estar alejados. 

No me sientas cuando pienses en lo mucho que no nos hemos amado».

 

Escribir un poema de amor lleno de rosas, chocolates y emociones, me parece aburrido. Ahora sólo quiero escribir acerca de lo que nos lleva a gastar docenas de condones; acerca de esos momentos ácidos, alejados de la moral, que me hacen pensar en tu alma desnudar para tu corazón colonizar y tu cuerpo disfrutar. 

 

«Antes escribías bello, 

causabas en mí mil cosas 

que me hacían pensar en ti 

de una manera muy hermosa. 

 

Ahora únicamente se me pasa por la cabeza 

ese insaciable deseo tuyo, 

esa magnífica belleza  

que haces con tus labios 

al pasarlos por mi nuca, 

mientras tus manos aprietan fuerte 

como rompiéndome la espalda. 

 

Y tu pene... 

Ese pene que no cae 

y que me señala rencoroso, 

que apunta con firme convicción 

queriendo apuñalarme el corazón. 

Qué gran excitación  

la que logras en un parpadeo 

cuando juegas con tus dedos 

penetrando mi interior. 

 

¡Eres un animal sexual! 

¡Eres una bestia carnal! 

¡Te has vuelto un insensible! 

¡Hacerte llorar es imposible! 

 

¡Sólo piensas en orgasmos! 

¡Nunca te cansas de follar! 

 

¡Eres un soez! 

 

¡Hazme tuya otra vez!».

 

¿Ves? ¡Te contradices! Basta con decirte «¡Te deseo!» para que tus pinceles por tu lienzo, suave y húmedo, muy caliente tú deslices. Te molesta que mis palabras despierten tu inquietud y que tus caricias más calientes sean las que te llenen de plenitud. 

 

Contra la puerta de mi cuarto quiero verte recostar; agarrar tus manos, levantarlas, arrimarme agresivo contra ti y comenzar a besarte como si mis labios tu boca y tu cuello se quisieran devorar. 

 

Quiero desnudar todo tu torso y media vuelta hacerte dar; pegarme mucho a tu cuerpo y con mis manos tus montañas acariciar, para que luego bajen lentamente y tu pantalón comiencen a desabrochar, colándose para atentamente cuenta empezarse a dar de lo empapada que estás, de lo mucho que brota tu humedad. 

 

Te juro amor real; aunque no lo creas, podría ser verdad. El amor hacía tu cuerpo, no es un amor eterno; el amor hacía tu piel, es un amor sincero. 

 

Sólo estamos en ropa interior, en la misma posición. Aunque yo no tengo dones he logrado tu sumisión. Me desnudo por completo y por completo yo me acerco, tu trasero sacas poco a poco y aunque parezca que es de locos, un poco más florece; y tanteas con tu trasero un poco más de potencia que emerge. 

 

Como lo hago conmigo, yo bajo tu ropa interior y siento ese frío que no apaga mi calor; se cuela más allá ¡y qué gran contraste! Felicito a mi sexo: «Qué tropical tesoro encontraste». 

 

Movimientos que no cesan, dos cuerpos que no se cansan; una entrada que está abierta; un martillo que se despierta e inicia con un martillar que rompe todo esquema y muy hondo logra llegar. 

 

Tus dos brazos yo los tomo y muy agresivo mi ser se decide tornar; tus gemidos son la batuta que mi ritmo empieza a guiar. Gritas que eres mía, y lo vuelves a gritar. Mi mesa de dibujo quiere participar.

 

Te veo, mariposa, con ganas de tus alas abrir. Te veo, mujer hermosa, ansiosa de sentir el amor de un momento fuerte, que te lleve a la muerte y te haga revivir. 

 

Te gusta que te haga sentir en el paraíso haciéndote arder con el fuego de mi infierno. 

 

Me abres tus puertas y... 

 

«¡Ya calla! 

No quiero que parlotees más. 

Quiero que me poseas, 

que olvidemos lo demás. 

Te espero en mi cuarto 

lista para lo que me quieras hacer. 

 

¡Eres un bruto bestial! 

¡Me encanta que me pongas sexual! 

 

¡Quiero que vengas a besarme! 

¡Quiero que vengas a desnudarme! 

¡Quiero que vengas a amarme! 

¡Quiero que vengas a penetrarme!».

 

¿Ves? ¡No te entiendo! Pero ya voy para allá, eres mía y te prometo que nunca te voy a fallar.


-Bogotá, 2015-

Nodier Vallejo

Comentarios

Un escrito destacado:

AMY LEE

1 Salía de un evento de pintura erótica, de cerveza, de aromas a sexo y de poesía muerta. No tenía rumbo, destino, compañía y mucho menos motivación alguna para continuar la noche buscando placeres o bebiendo cerveza. Acá se manifiesta mi obsesión por el café cuando digo que, si de bebidas amargas se trataba, quería llegar a casa y calentar un poco del mismo para beberlo a solas en mi cuarto.  Llegando a una esquina para tomar un taxi compré un cigarrillo marca Jet, me quedé de pie junto al vendedor para sentirme con algo de calor, y todo sucedía mientras esperaba que hubiese disponible un taxista. Era arriesgado subirse a un taxi a esa hora, y más por esa zona y con el aspecto que llevaba yo con mi sombrero viejo de cincuenta mil pesos.  -Oye, disculpa, eres Franco, ¿verdad? -irrumpió ella en mi silencio, en mi noche, en mi humo y en mi vida. Eran los ojos más hermosos que podía encontrarme en esa etapa de mi vida, y más con la obsesión que tengo con esas miradas tan dulces qu