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DULCES SUEÑOS


Las pesadillas no eran lo mejor que tenía, pero sí eran el lugar donde siempre estaba más cómodo.  


Al despertar, los monstruos, brujas y sombras asesinas se convertían en humanos reales de carne y hueso que, sin importar qué, nunca estaban satisfechos con su existencia. Trataba de soportarlos pero no lograba su propósito. Siempre buscaba la manera de volver a ser presa de las fauces de sus sueños más oscuros.  


No era feliz allí, sin embargo, era lo único que le ofrecía algo cercano a la comodidad. Mejor dicho, era lo menos lejano que tenía de la comodidad.  


No le importaba sentir las puñaladas profundas en su pecho, las vísceras en sus manos o el fuego infernal quemando poco a poco su piel y su cabello. No le importaba ver a su amada siendo follada por ogros y duendes, al fin y al cabo, en la vida real ella sería follada por sátiros humanos. No le importaba ver sus extremidades siendo arrancadas una y otra vez en un interminable ciclo de tortura que, cada noche lo restituiría para ser devorado una vez más por la maldad. 


Una noche, durmió con el temor de despertar al día siguiente. Era el cumpleaños de su amada y tendría que compartir con ella el día, la noche y una follada en la que se vería obligado a lamer el coño que tan usado estaba por aquel humano con cabeza de cabra y pene de fuego.  


Al despertar aquel día, preparó un desayuno para la festejada. Quiso echar veneno en su propia porción para ser la última vez que la veía. No hizo nada, era presa de la cobardía. Desayunó con ella, se bañó con ella, salió de paseo con ella. Todo fue una auténtica tortura. Pero nada sería tan tortuoso como lo que llegaría en la noche. 


Al salir la luna y estar juntos en la cama, ella se desnudaría frente a él lentamente, en un intento por seducirlo. Al quedar en paños menores, él notaría que ella combinaba un sostén y una tanga que algún día estrenaría para su amante sátiro. Él lo sabía porque él lo habría notado aquel día. El día que recuerda claro en su mente. Un día en el que ella tardaría en llegar. Un día en el que llegaría a bañarse, a limpiar el coño que había rasurado en la mañana. Coño que solamente rasuraba cuando salía con este ser.  


Sintió asco y ganas de llorar, pero imaginó que ella era una ninfa hecha carne humana que le otorgaría magia durante el acto sexual para arrancarle la cabeza al final. Esta idea le generaba erecciones fantásticas para cualquier amante del sexo. 


Pero nada de lo que soñaba estando despierto sucedería. Jamás lo hacía. Debió terminar con una explosión abundante que solamente deseaba que sucediera dentro de alguna criatura mágica que, al terminar el acto, acabara con su vida en un triste pero placentero final. 


Escuchó nuevamente el discurso de amor.  Decidió creer nuevamente en las lágrimas que trataban de convencerlo de seguir intentando y creyendo en la esperanza. Decidió besar nuevamente sintiendo amor.  


-Dulces sueños- le dijo ella.  


Él solamente sonrió, la besó y fue a dormir, a perderse en su mundo. 

Comentarios

Un escrito destacado:

AMY LEE

1 Salía de un evento de pintura erótica, de cerveza, de aromas a sexo y de poesía muerta. No tenía rumbo, destino, compañía y mucho menos motivación alguna para continuar la noche buscando placeres o bebiendo cerveza. Acá se manifiesta mi obsesión por el café cuando digo que, si de bebidas amargas se trataba, quería llegar a casa y calentar un poco del mismo para beberlo a solas en mi cuarto.  Llegando a una esquina para tomar un taxi compré un cigarrillo marca Jet, me quedé de pie junto al vendedor para sentirme con algo de calor, y todo sucedía mientras esperaba que hubiese disponible un taxista. Era arriesgado subirse a un taxi a esa hora, y más por esa zona y con el aspecto que llevaba yo con mi sombrero viejo de cincuenta mil pesos.  -Oye, disculpa, eres Franco, ¿verdad? -irrumpió ella en mi silencio, en mi noche, en mi humo y en mi vida. Eran los ojos más hermosos que podía encontrarme en esa etapa de mi vida, y más con la obsesión que tengo con esas miradas tan dulces qu