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GUERRA DE GIGANTES


Mi mente golpea mi mundo,
me ubica en fantasías efímeras,
me crea hermosas quimeras,
me produce estados mentales en los que todo está bien.

Mi corazón late fuerte en mi pecho,
lleva sangre a mi cuerpo que encuentra en el placer su nicho.
Las cenizas reposan como besos que recorren la intimidad de una dama.
El olvido queda manchado por recuerdos 
como las sábanas después del amor.
Y el deseo se ve insatisfecho
como el odio se ve alimentado por el dolor.

Y el placer, y el deseo.
Y lo que siento cada vez que te veo.
No hablaré de amor o ternura,
no manifestaré temor o dulzura.
Plasmaré en letras muy simples la reacción de una vida.
Encontraré entre versos aquella salida
que no hallo al verte, al mirar el movimiento de tu cuerpo,
cuando sonríes o caminas y me haces pausar el aliento.

Deseo, dulzura, placer y temor.
Ansiedad, deber, cortesía y amor.
Fina coquetería acompañada de amabilidad.
Saludarte y seguir como si no fueras más que una realidad.

Te vi sobre una bicicleta y quedaste en mi cabeza.
Te veo cada día sonreír y me queda la certeza
de que seguiré soñando que lo haces por algo más;
sueño con que a mí me quisieras cortejar.

Y si algún día te preguntas quién ha pasado por aquí,
lee estos versos, susurra tu nombre casi en silencio,
mira el techo y no cuestiones, pues de nada servirá.
Si algún día te preguntas quién ha pasado por allí, 
Por los versos que ahora lees, de nada servirá.
Lee entre líneas, puede que algo puedas encontrar.
Lee entre suspiros, puede que a alguien logres cautivar.

-Bogotá, 2017-
Nodier Vallejo

Comentarios

Un escrito destacado:

AMY LEE

1 Salía de un evento de pintura erótica, de cerveza, de aromas a sexo y de poesía muerta. No tenía rumbo, destino, compañía y mucho menos motivación alguna para continuar la noche buscando placeres o bebiendo cerveza. Acá se manifiesta mi obsesión por el café cuando digo que, si de bebidas amargas se trataba, quería llegar a casa y calentar un poco del mismo para beberlo a solas en mi cuarto.  Llegando a una esquina para tomar un taxi compré un cigarrillo marca Jet, me quedé de pie junto al vendedor para sentirme con algo de calor, y todo sucedía mientras esperaba que hubiese disponible un taxista. Era arriesgado subirse a un taxi a esa hora, y más por esa zona y con el aspecto que llevaba yo con mi sombrero viejo de cincuenta mil pesos.  -Oye, disculpa, eres Franco, ¿verdad? -irrumpió ella en mi silencio, en mi noche, en mi humo y en mi vida. Eran los ojos más hermosos que podía encontrarme en esa etapa de mi vida, y más con la obsesión que tengo con esas miradas tan dulces qu